Esa mujer que corre es llamativa: en el pelo rubio y en las piernas largas. Se mueve rápido. Pisa y despega. Pisa y despega. Lleva los brazos al costado del cuerpo, con los codos doblados y los puños cerrados. Los mueve hacia arriba y abajo. Una y otra vez. Es difícil hacerse a la idea de ella con tacones, por ejemplo. Sin embargo, horas atrás los tuvo puestos. Y en unas horas más, se quitará esas zapatillas y se los pondrá de nuevo. Se llama Fernanda Bäher y, además de corredora, es fiscal correccional penal y profesora universitaria de derecho penal.
La escena transcurre al pie del cerro, en Yerba Buena. Es jueves, por la siesta. A la mañana, Fernanda estuvo en su despacho, situado en la capital provincial, distante a unos 11 kilómetros de esta ciudad. Luego volvió a su casa, donde almorzó junto al marido y a los cuatro hijos. Y a la tarde, cuando termine esta travesía, les dará clases a sus alumnos.
- En mi trabajo atravieso situaciones estresantes y de mucha exigencia. Salir a correr es una terapia para mí. Me siento libre y feliz. Vuelvo con energía y buena onda.
Fernanda se enorgullece de su afición. Ha corrido dos maratones de 42 kilómetros y algunas carreras de aventura. Dice que empezó hace cuatro años, y que, al cabo, esta disciplina se ha convertido en una necesidad.
- Lo hago por placer. Aunque el termómetro esté en 40°, me pongo el equipo y salgo. Para mis hijos, soy un ejemplo de constancia y de esfuerzo. Miguel Gianfrancisco es otro que corre para vivir. Le dicen "leyenda", porque a sus 65 años ha trotado 146.500 kilómetros. Empezó en 1964. Por aquel entonces, cuando salía a las calles, era un atleta solitario.
- Antes no corría nadie. Te tiraban naranjazos y te gritaban 'vago, andá a trabajar'.
Hoy, la ciudad está llena de esos "vagos". Miguel -geólogo consultor y profesor universitario- se contenta de que así sea, y cuenta que los beneficios del entrenamiento se trasladan a otros aspectos de su vida, porque en seguida se siente tranquilo y observa las cosas desde otra perspectiva.
A donde quieras llegar
- Vos hacé el recorrido largo. Subí hasta el final. Trotá. No caminés nunca. Mantené el ritmo -dice Sergio Acuña, ojos claros, cabeza calva y remera naranja fluorescente.
Son las 14.30. En septiembre, la temperatura suele ir de extremo a extremo en esta comarca: ardiente durante la siesta y fría por la madrugada. Así que, a esta hora, los que transitan por la avenida Perón andan de musculosas. Sergio mira su reloj y le dice a Fernanda, y a las otras 30 personas que lo rodean, que ya deberían ir andando. Luego grita "¡vamos!", y todos comienzan a correr por la carretera.
En esta zona van y vienen los ciudadanos agitados. Algunos caminan o trotan por la avenida. Otros se introducen en las trochas de Horco Molle y de San Javier, a pie o en bicicleta. Hay quiénes andan en patines. Y si se levanta la vista, están los que se cuelgan de los parapentes. Pero sea cual fuere el modo, cada vez más gente sale a moverse. En los últimos años, el running, principalmente, se convirtió en una de las actividades físicas más elegidas por aquellos que buscan un nuevo estilo de vida.
Sergio dirige una academia deportiva donde prepara a sus alumnos para que corran carreras de aventura o maratones. Dice que la edad promedio de los practicantes van desde los 30 hasta los 55 años.
- Es impresionante la cantidad de gente que se ve en las calles. Muchos no compiten, sino que trotan para estar saludables, para sentirse bien y para disfrutar de la naturaleza.
En su escuela hay unos 70 inscriptos. Llegan empujados por su trabajo. Otros son derivados por los médicos. De a poco -cuenta Sergio-, esos corredores forzados dejan de pensar que tienen que salir a cumplir con una rutina y comienzan a sentir que quieren hacerlo. Correr se convierte, entonces, en una droga.
Tres veces a la semana, Sergio hace salidas grupales. Esas travesías en equipo sirven para motivar y contener a los integrantes porque el grupo imprime un compromiso: si a uno le falta voluntad, el resto lo alienta.
El hormiguero humano en el que se ha convertido la avenida Perón también ha provocado el asombro de Matías Haedo, un conocido instructor de mountain bike. El opina que esta comunidad de deportistas ha crecido (y seguirá creciendo) porque los unos van contagiando a los otros.
- El que vive en Yerba Buena y ve tanta gente haciendo deportes, comienza a imitar.
- ¿Cualquier persona está en condiciones de agarrar una bicicleta o de salir a correr?
- Sí, pero a los principiantes se les recomienda que comiencen por las calles. Después, deben seguir por caminos enripiados. Y sólo cuando hayan adquirido ciertas destrezas, pueden incursionar en la montaña. Alfredo Ignacio Díaz -30 años y empleado en una fábrica de zapatillas- empezó de ese modo. Hace siete meses, le detectaron hipertensión y le indicaron ejercicios. Hoy, no pasa ni un día sin que una a pedaleo la distancia que separa su casa de los cerros.
- A la hora del almuerzo, me escapo. Vuelvo renovado y relajado. En las sendas, uno se cruza con caras felices. Ahí todos estamos en la misma.
La psicóloga y psicoterapeuta Verónica Viviana Sánchez ha corrido tres carreras de aventura y una maratón. Mientras prepara la bolsa de agua (camelback, en la jerga de los corredores) que lleva dentro de su mochila, dice que la actividad física al aire libre produce vitalidad, satisfacción y energía positiva.
- Correr libera de las presiones y mejora la autoestima. El ejercicio ha demostrado tener una acción antidepresiva, porque el cuerpo genera endorfinas de felicidad.
Por eso, el que corre se siente bien. Y quiere volver a hacerlo. Se genera una relación adictiva. Lo importante en esa adicción -aclara- es que cada uno reconozca sus propios límites. Hay que encontrar el equilibrio. Luego opina que, en general, en las empresas sobreexigen a sus empleados. De ahí, el incremento de los ataques de pánicos, de las crisis de angustia y de los cuadros de estrés. El ejercicio físico ayuda, entonces, a salir de esa vorágine.
- Un cerebro de un cuerpo entrenado rinde más y piensa mejor. El cuerpo y la mente están interconectados. Cuando cambiamos nuestras costumbres y llevamos una vida sana, también somos más creativos.
La profesora de educación física Verónica Sánchez, que dicta clases gratuitas en la rotonda de la avenida Aconquija, añade que la gente que realiza actividad física aprende a realizar algo por sí misma y a autosuperarse. Una de sus alumnas, María Soledad Díaz -52 años, ama de casa- cuenta que cada vez que termina una clase, se siente otra persona. "Lo que antes me preocupaba, ya lo veo con otros ojos".
Esta tribu urbana también está compuesta por los patinadores, que van y vienen por la avenida produciendo un ronroneo con sus ruedas. A veces se caen. Se lastiman. Se raspan los brazos y las piernas. Algo, seguro, les va a doler cuando llegue la noche. Pero (lo dicen todos) los rollers los hacen sentirse poderosos.
- Cada vez son más las personas que se animan a ponerse los rollers. No hay límites de edad. Cuando patino sola, voy con música. En la avenida Perón, las subidas cuestan. Pero los descensos son lo mejor. Vas muy rápido, y esa velocidad que sentís en los pies se transmite a todo el cuerpo -. La que responde es María Florenca Masoero, tiene 26 años y enseña esta disciplina.
Por último, están los parapentistas, que aterrizan en un predio situado entre las rotondas de Horco Molle y la de Yerba Buena, junto a los caminantes, a los corredores y a los ciclistas. El instructor Federico Carona dice que los gustosos de los vuelos aprovechan la siesta para subir a San Javier y realizar un salto.
Hace hora y media que Fernanda trota. Cuando regresa al lugar desde donde partió, levanta dos dedos haciendo una v, luego los gira hacia abajo y empieza moverlos como si estuvieran trotando en el espacio. Mañana saldrá otra vez.
¿Para qué lo hacés?
1- "Una vez al mes, nos proponemos hacer una caminata en familia. No queremos obligar a nuestros hijos, sino que tratamos de que vayan con ganas y con convicción. Por eso, las salidas son espaciadas. Además, voy con mi señora una vez a la semana, y el resto de los días entreno solo. La cantidad de gente que sale a la avenida Perón es un fenómeno". (Gerardo Achi, 46 años, profesor de educación física).
2- "Soy de Buenos Aires, y hace cinco años me radiqué en Yerba Buena. Allá vivía rodeada de edificios y de gente. Aquí, cuando salgo a correr, me envuelve la naturaleza. El aire de los senderos me llena de energía. Es mi dosis de alimento diario. Es un mimo para mi cuerpo". (Carolina Cabbane, 35 años, maestra jardinera).
3- "El running es un placer único. Me da la posibilidad de conocer lugares bellos y de disfrutarlos con mi pareja, porque corremos juntos". (Alejandro Avila, 34 años, agricultor).
4- "Esto es un ejercicio de autosuperación. Corro contra mí mismo, y trato de ganarme siempre". (Carlos Navarro, 43 años, propietario de un local de ropa deportiva).
5- "Corro porque me hace bien. Lo disfruto. Se volvió una especie de adicción y de búsqueda de superación personal". (Julieta del Río, 29 años, profesora de inglés).
6- "Me hace feliz salir a trotar. Durante esos momentos, me quito los problemas de la cabeza". (Emilio Sicca, profesor de educación física).
7- "Empezó siendo un cable a tierra de las obligaciones cotidianas. Ahora es una forma de vida. No puedo pasar ni un día sin entrenar". (Roberto Parodi, 33 años, empleado público).
8- "Cuando comencé con el running, no me sentía capaz de poder hacerlo, porque veía que el resto hacía largas distancias. Hoy, aprendí que todo llega con el tiempo, si uno es constante y se plantea constantemente nuevos objetivos, aunque sean pequeños. Este deporte es mágico. Me hace sentir viva y feliz. Me permite lograr muchas cosas". (María Eugenia Gallardo, 29 años, fonoaudióloga y corredora).
9- "Este deporte es, para mí, una terapia psicológica, que incluso puedo compartir con otras personas". (Santiago Merlini).